Absalom Jones resonancias tempranas de una identidad sonora afroamericana. Parte 2
Cuando pensamos en los orígenes del jazz, solemos remontarnos a Nueva Orleans, a las brass bands callejeras, al blues del Delta o a la síncopa del ragtime. Pero detrás de esa sonoridad exuberante que caracterizó al jazz de comienzos del siglo XX, existe un sedimento profundo, muchas veces silenciado, donde la música no era entretenimiento ni espectáculo, sino una forma de resistir, de recordar, de alabar y de pertenecer. En ese subsuelo espiritual resuena, con la fuerza del símbolo, el nombre de Absalom Jones (1746–1818), primer predicador negro ordenado en los Estados Unidos.
Jones no fue músico, pero su vida marcó un punto de inflexión en la historia afroamericana. Nacido esclavizado en Delaware, logró alfabetizarse, obtener su libertad y convertirse en uno de los grandes referentes del liderazgo negro posrevolucionario. Junto a Richard Allen, fundó en 1787 la Free African Society, una organización mutualista y religiosa que luego daría origen a iglesias negras autónomas. En 1794, Jones estableció la Iglesia Episcopal Africana de St. Thomas, y diez años después fue ordenado sacerdote, abriendo un camino institucional que redefiniría la espiritualidad afrodescendiente en el país.
Pero ¿qué tiene esto que ver con el jazz?
Mucho más de lo que podría parecer. Porque la iglesia afroamericana no solo fue espacio de culto: fue también laboratorio sonoro, refugio emocional y caja de resonancia de una identidad colectiva. En esas congregaciones, el canto congregacional, el llamado y respuesta, el uso melismático de la voz, el ritmo corporal y la improvisación retórica fueron forjando una estética propia, herencia africana que sobrevivía en clave cristiana. La música se volvió un acto de memoria y liberación.
La liturgia que ayudó a consolidar Absalom Jones no fue simplemente una copia del culto blanco. Fue una reinterpretación profunda, una resignificación cargada de sentido vital, que más tarde nutriría los spirituals afroamericanos. Estas canciones, muchas de ellas nacidas en los siglos XVIII y XIX, serían recogidas en el célebre Slave Songs of the United States (1867) y reinterpretadas por conjuntos como los Fisk Jubilee Singers en las décadas siguientes. Ese canto de esperanza, dolor y redención fue la raíz directa del gospel, y —en un camino menos lineal pero igualmente presente— del jazz.
Cuando John Coltrane grabó A Love Supreme en 1965, o cuando Duke Ellington presentó sus Sacred Concerts, no hicieron más que retomar una tradición espiritual que venía gestándose desde los tiempos de Jones. El jazz, en muchos de sus momentos más profundos, ha sido vehículo de trascendencia. Y esa búsqueda no es nueva: tiene siglos. Tiene sermones. Tiene salmos cantados por quienes no tenían otra tierra que su fe.
Para comprender mejor cómo esta historia espiritual se entrelaza con la historia musical afroamericana, comparto aquí una breve línea del tiempo que permite visualizar los hitos más relevantes:
Año |
Evento |
Relevancia musical |
1746 |
Nace Absalom Jones |
Inicia una vida dedicada a la fe y la organización comunitaria negra. |
1787 |
Fundación de la Free African Society |
Primer espacio autónomo de culto y ayuda mutua negra. |
1794 |
Fundación de la Iglesia de St. Thomas |
Institucionaliza la práctica religiosa afroamericana independiente. |
1804 |
Jones es ordenado sacerdote |
Marca un precedente en la legitimación eclesiástica de las voces negras. |
1867 |
Publicación de Slave Songs of the United States |
Primer registro sistemático de spirituals afroamericanos. |
1871 |
Gira del Fisk Jubilee Singers |
Popularización del canto espiritual en EE. UU. y Europa. |
1900–1917 |
Formación del jazz en Nueva Orleans |
Fusión de música religiosa, blues, ragtime y cultura callejera. |
1930s–1950s |
Gospel moderno y jazz espiritual |
Confluencia de fe e improvisación en artistas como Mahalia Jackson y Ellington. |
1965 |
John Coltrane graba A Love Supreme |
Jazz como forma de oración; regreso a las raíces espirituales. |
Por Marcelo Bettoni
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