Jazz y liderazgo: lo que los negocios aprenden de la improvisación
En los pasillos de la Escuela de Negocios de Harvard,
donde la estrategia empresarial y el liderazgo son temas centrales, un nuevo
paradigma ha comenzado a resonar con fuerza: el jazz. Sí, esa música vibrante,
impredecible y profundamente humana, que alguna vez fue considerada solo un
arte, hoy se estudia como una fuente de inspiración para la gestión exitosa de
equipos y organizaciones.
Harvard ha descifrado el código: los principios de la
improvisación en el jazz pueden aplicarse de manera sorprendentemente efectiva
al mundo de los negocios. No se trata de metáforas vacías. La lógica detrás de
esta conexión se apoya en una realidad palpable: en un entorno empresarial cada
vez más volátil, incierto, complejo y ambiguo (el famoso entorno VUCA), la
capacidad de adaptación, escucha activa y toma de decisiones en tiempo real se
vuelve esencial. Y ahí es donde el
jazz entra en juego.
En un conjunto de jazz, los músicos no siguen una
partitura rígida; construyen la música en tiempo real, dialogando entre sí,
reconociendo la estructura pero reinventándola a cada compás. Cada
intervención, cada solo, cada silencio está sostenido por una red de escucha y
confianza mutua. No hay improvisación sin reglas, pero sí sin jerarquías
rígidas. Esa flexibilidad estructurada es la misma que muchas organizaciones
exitosas intentan cultivar.
Harvard ha comenzado a integrar estas lecciones en sus
programas ejecutivos, utilizando workshops de improvisación como herramientas
de formación en liderazgo colaborativo, innovación y resolución de conflictos.
Ejecutivos de alto nivel se enfrentan al reto de improvisar con músicos
profesionales, aprendiendo, muchas veces con asombro, que liderar no siempre
significa controlar, sino saber cuándo intervenir, cuándo acompañar y cuándo
dejar espacio al otro.
Además, el jazz enseña algo que el mundo corporativo
suele olvidar: el error como oportunidad creativa. Un “accidente” en una
interpretación puede convertirse en una idea brillante si el grupo tiene la
flexibilidad para adaptarse. Esta filosofía de “sí, y…” —tomar lo que sucede y
construir a partir de eso— es clave tanto en una jam session como en una
reunión de innovación.
La aplicación del jazz en la gestión no busca convertir
gerentes en músicos, sino en líderes más humanos, abiertos y perceptivos. En
este cruce entre la música y el management, el jazz aparece como una escuela de
sabiduría práctica, un modelo de colaboración en tiempo real donde el talento
individual se subordina a la creación colectiva.
Tal vez no sea casual que, en una era de disrupciones
constantes, la melodía del cambio suene cada vez más parecida al swing de una
buena improvisación.
Por Marcelo Bettoni
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