Bert Williams: Pionero del Escenario y la Comedia Afroamericana
Cuando hablamos de figuras fundamentales en la historia del jazz, muchas veces relegamos a un segundo plano a aquellos artistas que, aunque no músicos, fueron esenciales para abrir puertas y redefinir los escenarios donde este género brilló. Uno de esos pioneros fue Bert Williams, el comediante, actor y cantante que se convirtió en una de las estrellas afroamericanas más destacadas de la primera mitad del siglo XX. Su legado es un recordatorio de cómo el arte, incluso en contextos adversos, puede subvertir estereotipos y humanizar a quienes la sociedad intenta despojar de dignidad.
Nacido el 12
de noviembre de 1874 en Nassau, Bahamas, Bert Williams emigró junto a su
familia a California huyendo de la crisis económica que azotaba la isla. Desde
muy joven, demostró una fascinación por el entretenimiento. Los Medicine Shows
itinerantes, con su mezcla de charlatanería y espectáculos improvisados, fueron
su primer contacto con el mundo del entretenimiento. En este contexto, Bert se
descubrió como narrador: no cantaba ni bailaba, pero lograba captar la atención
de la audiencia con relatos cargados de humor y una elegancia singular.
A los 19
años, se unió a una compañía de minstrel shows, espectáculos que, aunque
profundamente racistas, constituían una de las pocas plataformas donde los
artistas afroamericanos podían trabajar. Bert, consciente de las limitaciones
del formato, utilizó el espacio para dotar a sus personajes de una humanidad y
una profundidad que desafiaban el molde de los estereotipos ridiculizantes. Su
talento le permitió alcanzar un éxito sin precedentes, primero como parte del
dúo Williams & Walker y luego en solitario.
El impacto
cultural de Bert Williams alcanzó su cima cuando, en 1910, se convirtió en el
primer afroamericano en actuar en los legendarios Ziegfeld Follies. Este logro,
sin embargo, no estuvo exento de tensiones. Algunos compañeros de elenco
rechazaron su inclusión, y él mismo optó por no compartir escenario con las
coristas blancas para evitar controversias. A pesar de estas dificultades, su
humor ácido y su incomparable presencia escénica conquistaron al público. Como
indicaron varios críticos de la época: “Williams es la verdadera estrella de la
noche”.
Su canción
“Nobody”, lanzada en 1905, se convirtió en su sello personal. La interpretaba
con un estilo único, medio cantado, medio hablado, que marcó un precedente en
la narrativa musical. Esta pieza no solo capturó la melancolía de los
marginados, sino que también mostró la capacidad de Bert para transformar el
dolor en una forma de resistencia.
La relevancia
de Bert Williams trasciende su éxito en los escenarios. En un contexto
histórico donde la segregación y el racismo eran la norma, su presencia en
espacios predominantemente blancos era una declaración de valentía y talento.
Sin embargo, también enfrentó críticas de algunos sectores de la comunidad
afroamericana, que veían su participación en espectáculos blancos como una
“deserción”. Bert respondió afirmando que su objetivo era abrir camino para
otros artistas de su raza.
Bert falleció
en 1922, dejando un legado que resuena hasta hoy. Su vida y obra nos recuerdan
que, en el arte, la risa puede ser una herramienta poderosa para desafiar
prejuicios y que, incluso en los momentos más oscuros, la humanidad encuentra
formas de expresarse y trascender.
Al recordar a
Bert Williams, no solo honramos a un comediante excepcional, sino a un pionero
que, con cada sonrisa que provocó, ayudó a pavimentar el camino para
generaciones de artistas afroamericanos. Una figura indispensable para entender
el contexto histórico que permitió al jazz y al entretenimiento negro florecer
en los Estados Unidos del siglo XX.
Por Marcelo
Bettoni
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