El impacto de “Crazy Blues” en el nacimiento de la industria del blues grabado
https://youtu.be/qaz4Ziw_CfQ?si=ANPOI53HluvEaW_s
En 1920, cuando Mamie Smith grabó "Crazy Blues" para el sello Okeh, nadie en la industria discográfica podía prever la revolución que este acontecimiento representaría. Su éxito comercial marcó un hito no solo para el blues como género, sino también para las oportunidades de los artistas afroamericanos en un mercado que, hasta ese momento, los había marginado sistemáticamente. Bajo la dirección estratégica —y posiblemente manipuladora— de Perry Bradford, Smith se convirtió en la primera mujer afroamericana en grabar un disco de blues, un hecho que transformó el panorama musical de los años 20.
La respuesta del público fue abrumadora. En un mercado
acostumbrado a los estándares de música clásica, ópera ligera y marchas
militares, el éxito inesperado de "Crazy Blues" rompió
paradigmas. Vendió más de un millón de copias, desafiando la idea de que la
música afroamericana no tenía cabida en el mercado discográfico principal. Este
fenómeno puso de manifiesto dos cosas: por un lado, la demanda de un público
afroamericano ávido de representarse en el arte grabado; por otro, la capacidad
del blues de trascender barreras culturales, atrayendo también a oyentes
blancos.
El triunfo de Smith y Bradford desencadenó una reacción
en cadena en la industria discográfica. Compañías como Victor, Columbia y
Brunswick comenzaron a buscar formas de capitalizar esta nueva moda. El
mercado, hasta entonces dominado por grabaciones de jazz y canciones de baile,
abrió sus puertas al blues, un género que inicialmente fue visto como una extensión
del fox-trot lento, pero que rápidamente demostró ser mucho más que eso.
Este interés no solo impactó las grabaciones vocales. A
partir de 1921, los blues instrumentales comenzaron a figurar con mayor
frecuencia en los catálogos de grabaciones. Bandas y orquestas, muchas veces
lideradas por músicos blancos, interpretaban composiciones de autores
afroamericanos, aprovechando el creciente interés por el género. Esto dio lugar
a un fenómeno que hoy podemos criticar como una apropiación cultural temprana dentro
de la industria musical: mientras los compositores negros comenzaban a recibir
cierto reconocimiento por su trabajo, las ganancias económicas seguían
concentrándose en manos de intérpretes y productores blancos.
Un ejemplo revelador es la Original Dixieland Jazz Band (ODJB), que ya había alcanzado
notoriedad por ser el primer grupo en grabar un disco de jazz en 1917. Su
evolución artística refleja la influencia del blues en la música de la época.
Desde 1917 hasta 1921, la ODJB se enfocó en composiciones originales de los
miembros de la banda. Sin embargo, a partir de la primavera de 1921, sus
grabaciones estuvieron exclusivamente dedicadas a temas de blues
instrumentales, compuestos por autores afroamericanos. Este giro no solo
obedecía a la demanda del mercado, sino también al reconocimiento tácito del
blues como una fuerza transformadora en la música popular.
La fiebre del blues no solo transformó los catálogos
discográficos; también reconfiguró la industria en términos sociales. Las
compañías discográficas, conscientes del poder adquisitivo del público
afroamericano, comenzaron a producir discos específicamente para este mercado.
Esto marcó el inicio de las llamadas "race records", una categoría
que, aunque segregadora en su nomenclatura, abrió caminos para artistas como
Bessie Smith, Ma Rainey y Alberta Hunter.
El éxito de "Crazy Blues" también tuvo
un impacto significativo en la proliferación de editoriales de música que se
dedicaron a publicar partituras de blues. Las ventas de estas partituras no
solo reforzaron el estatus del blues como un género popular, sino que también
fomentaron su integración en el repertorio de músicos de todos los orígenes.
Aunque es indudable que "Crazy Blues"
abrió puertas para la música afroamericana, es imposible ignorar las dinámicas
de poder que subyacen a esta historia. La apropiación de composiciones de
músicos negros por parte de intérpretes blancos, combinada con la explotación
económica de artistas afroamericanos por parte de sellos discográficos
dirigidos por blancos, refleja las desigualdades estructurales de la época.
Incluso Perry Bradford, pese a ser afroamericano, se benefició personalmente en
mayor medida que la propia Mamie Smith, quien nunca alcanzó la estabilidad
económica que su éxito merecía.
En retrospectiva, el fenómeno de "Crazy
Blues" fue un microcosmos de las tensiones culturales y económicas que
definieron la relación entre la música afroamericana y la industria
discográfica durante gran parte del siglo XX. Sin embargo, su legado sigue
vivo. No solo estableció el blues como una fuerza legítima dentro de la música
popular, sino que también sentó las bases para el desarrollo de géneros como el
jazz, el R&B y el rock and roll.
Por Marcelo Bettoni

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