La Evolución del Tap: Entre el Mestizaje y la Resistencia Cultural
El tap dance, también conocido como claqué, representa una de las formas más fascinantes de expresión artística nacidas en el crisol cultural de América del Norte. Su origen, como el de muchas de las manifestaciones culturales de la región, es producto de un mestizaje entre tradiciones profundamente diversas. En un primer plano, podemos identificar la influencia de las danzas tradicionales de los colonos europeos, como el step-dance irlandés y el clog inglés, que se entrelazan con los ritmos y las danzas traídas por los esclavos africanos. Este mestizaje generó una rica tradición que con el tiempo tomaría una forma particular, tanto en su técnica como en su función social.
La consolidación del tap se dio en un contexto complejo, marcado por la represión artística que surgió como respuesta a las insurrecciones de esclavos en las colonias del sur de los Estados Unidos. Durante las décadas de 1730 y 1740, los amos blancos, temerosos de las revueltas, prohibieron el uso de tambores en las reuniones y celebraciones de los esclavos, al considerarlos "peligrosos" debido a su capacidad para coordinar revueltas. Este gesto de represión, lejos de sofocar la creatividad de los esclavos, los impulsó a encontrar alternativas para mantener su identidad cultural. El cuerpo humano se convirtió en el instrumento primordial, y los sonidos eran creados mediante golpeteos, pisotones y palmas, en un ritual de resistencia que más tarde derivaría en el surgimiento de las primeras formas de tap.
A medida que esta danza se fue afianzando, los concursos de "jig" (gigas) surgieron en plataformas improvisadas, donde los bailarines demostraban su destreza y creatividad, manteniendo el equilibrio mientras ejecutaban complejas secuencias de pasos. Sin embargo, la popularización del tap dance no se dio de manera inmediata en su forma auténtica. Fue a través de los Minstrel Shows, que se popularizó la danza, aunque de una manera distorsionada, pues eran representaciones donde artistas blancos, tiznados de negro, parodiaban y ridiculizaban la vida y cultura afroamericana. A pesar de esta apropiación y deformación cultural, los Minstrels lograron difundir las formas de baile como el break-down, el double-shuffle, y el toe and heel, que eran parte del repertorio de los esclavos, y que constituyen los elementos primitivos del tap.
Uno de los artistas más emblemáticos de este período fue William Henry Lane, conocido como "Master Juba", quien a pesar de las limitaciones impuestas por los Minstrels, logró destacarse como uno de los primeros bailarines afroamericanos en integrarse a estas compañías. Su influencia se extiende incluso más allá de su tiempo: en 1842, Charles Dickens lo menciona en su libro Notas Americanas como "el mejor bailarín conocido", lo que refleja la magnitud de su popularidad.
A principios del siglo XX, el tap dance continuaba siendo conocido por otros nombres, como clog, steps, buck, y buck and wing. A medida que el género crecía, se formalizaba a través de circuitos teatrales que aseguraban la difusión de la danza y su consolidación como una forma artística legítima. La creación del circuito teatral negro bajo la organización de Sherman H. Dudley, y la posterior creación de la TOBA (Theater Owner’s Booking Association) en 1920, representaron un paso fundamental en la profesionalización del género. En ese contexto, artistas como los Nicholas Brothers, Harold y Fayard Thomas, alcanzaron una notoriedad internacional gracias a sus acrobacias y su virtuosismo, dejando al público asombrado con sus audaces movimientos.
El declive del vodevil a principios de la década de 1930 dio paso al auge de Broadway, y con ello, el tap adquirió una nueva dimensión, mucho más integrada en las grandes producciones cinematográficas y teatrales. Las improvisaciones espontáneas de los escenarios más íntimos fueron reemplazadas por espectáculos más estructurados y adaptados al gusto popular, lo que marcó una transición en la historia del tap, llevándolo de ser una forma de resistencia y autodefinición cultural a una expresión más formalizada dentro de la industria del entretenimiento.
Hoy, el tap sigue siendo una de las formas de danza más apreciadas, tanto por su complejidad técnica como por su capacidad para transmitir historias y emociones a través de sus rítmicas y dinámicas secuencias. Y, al igual que en sus orígenes, sigue siendo una danza que nos conecta con la resistencia, la creatividad y la fusión cultural que definieron su existencia.
Por Marcelo Bettoni
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