Entre bastidores de “Un tranvía llamado Deseo”: Tennessee Williams, Nueva Orleans y los ecos del jazz

 

 



En 2022 se cumplieron 75 años del estreno de Un tranvía llamado Deseo en Broadway, una de las piezas más icónicas del teatro estadounidense y la obra que consagró a Tennessee Williams como una voz fundamental del siglo XX. Para conmemorar este aniversario, la Colección Histórica de Nueva Orleans organizó la exposición Entre bastidores de "Un tranvía llamado Deseo", que no sólo revisita los orígenes y el impacto de la obra, sino que también invita a redescubrir el vínculo profundo entre el dramaturgo y el Barrio Francés, un entorno que nutrió su imaginación y que hoy permanece vivo en la memoria cultural de la ciudad.

Como parte de esta celebración, se lanzó un nuevo recorrido a pie dentro de la aplicación oficial del Barrio Francés, que lleva al visitante por algunos de los sitios clave tanto en la ficción como en la vida del autor. Sin embargo, uno de los lugares más íntimos y menos transitados quedó fuera del mapa interactivo por cuestiones de espacio: la Casa Louis Adam, ubicada en el 722 de la calle Toulouse, a apenas unos pasos de la exposición.

Esta construcción de ladrillo y madera, edificada en 1788 por el ebanista y miliciano Louis Adam, es una cápsula del tiempo que condensa más de dos siglos de historia urbana. Tras cambiar de dueños en múltiples ocasiones, fue ampliada y remodelada por el arquitecto Joseph Guillot en 1810, perdiendo con los años su aspecto original colonial, al compás de las transformaciones sociales que atravesaron el Barrio Francés durante el siglo XX.

Para los años treinta, la casa se había reconvertido en una pensión modesta, como tantas otras viviendas del distrito. Fue allí donde un joven de 27 años, recién llegado desde San Luis, alquiló un ático por diez dólares al mes. Su nombre era Thomas Lanier Williams, pero ya comenzaba a firmar sus escritos con el seudónimo que lo haría célebre: Tennessee Williams.

Nueva Orleans no fue sólo un lugar de paso para el dramaturgo: fue el laboratorio emocional y estético donde germinaron muchas de sus ideas más poderosas. En ese ático de la calle Toulouse comenzó a darle forma a sus primeros textos dramáticos y a explorar la tensión entre el deseo y la represión, entre la decadencia sureña y la sensualidad latente de la ciudad, que años después estallarían con fuerza en las figuras de Blanche DuBois y Stanley Kowalski.

Aunque no se dedicó al jazz de manera directa, la obra de Williams respira la atmósfera sonora del sur profundo. El jazz y el blues forman parte del paisaje emocional de sus personajes: músicas que expresan melancolía, deseo, pérdida y sensualidad. En Un tranvía llamado Deseo, la presencia del jazz es literal: en varias escenas se escucha música callejera, o el lamento lejano de una trompeta que refuerza el estado de ánimo de Blanche o acentúa la tensión con Stanley. El propio Williams escribió en una nota de producción que deseaba una “música azul”, no solo como fondo, sino como “una contraparte emocional de los personajes”.

Esa música azul, inspirada en el blues y el jazz tradicional de Nueva Orleans, era para él un canal de expresión del alma sureña, un modo de dramatizar el conflicto interno de sus personajes sin necesidad de palabras. En su estilo, hay algo del fraseo libre del jazz, del ritmo que se quiebra y retoma, de la improvisación emocional. No es casual que músicos como Charles Mingus o Wynton Marsalis hayan encontrado en sus textos una fuente de resonancia creativa.

La Casa Louis Adam permanece hoy como un vestigio silencioso de ese proceso creador. No figura en los recorridos oficiales, pero quienes se acerquen a la esquina de la calle Toulouse con atención y algo de imaginación, quizás logren escuchar no sólo los ecos de un joven escritor ensayando sus diálogos, sino también los compases difusos de un clarinete lejanísimo, flotando en el aire húmedo, como una banda sonora que nunca dejó de sonar.

Por Marcelo Bettoni

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