Edgard Varèse y los jazzmen: La vanguardia que anticipó el free jazz

 



Edgard Varèse y los jazzmen: La vanguardia que anticipó el free jazz

En la primavera de 1957, mientras el mundo del jazz atravesaba una revolución estética con nombres como Coltrane, Mingus y Davis redefiniendo los márgenes del género, otro acontecimiento ocurría en las sombras del Village neoyorquino. Uno que, hasta hace pocos años, permaneció casi secreto. En un loft del Lower Manhattan, el compositor franco-estadounidense Edgard Varèse conducía una serie de talleres musicales dominicales en los que participaron figuras esenciales del jazz moderno: Teo Macero, Art Farmer, Charlie Mingus, Hal McKusik, Eddie Bert, Don Butterfield, Frank Rehak, Ed Shaughnessy, Hall Overton, y posiblemente John La Porta.

Este taller no solo fue un cruce entre mundos, sino también un experimento sonoro único. Las grabaciones —preservadas hoy por la Fundación Paul Sacher en Basilea— capturan una experiencia radical que prefigura el free jazz, tres años antes del célebre Free Jazz: A Collective Improvisation de Ornette Coleman.

Desde su llegada a Nueva York en 1915, Varèse mostró un oído abierto a los sonidos urbanos y populares. Su música no respondía a la lógica tonal europea: era una búsqueda obsesiva de nuevos timbres, estructuras abiertas y organización rítmica no convencional. En ese sentido, su ideal estético lo aproximaba a los desarrollos más audaces del bebop y  aunque desde otro punto de partida.

A mediados de los años 50, Varèse asistía a conciertos de jazz en clubes del Village, escuchando a Coltrane y a otros músicos experimentales. Mantuvo además un diálogo fluido con Teo Macero —saxofonista y compositor que sería luego productor clave en la carrera eléctrica de Miles Davis— y con figuras del entorno de John Cage como Earle Brown o James Tenney. Varèse no era un visitante ocasional del mundo jazzístico: lo observaba con atención, lo cuestionaba, y en sus talleres de 1957, lo convocaba.

Los ensayos dirigidos por Varèse no eran convencionales. Según testigos como Robert Reisner, periodista especializado en jazz, eran una suerte de “happenings estructurados” en los que se combinaban instrucciones abstractas, improvisación libre y manipulación del espacio sonoro. Para los músicos de jazz acostumbrados al lenguaje armónico funcional, la experiencia resultaba desconcertante pero estimulante. La interacción entre estos mundos produjo una música indefinible, a medio camino entre el jazz libre, la música concreta y el collage electroacústico.

El interés de Varèse por estos músicos iba más allá de lo anecdótico. Su concepción del sonido como materia física, su uso del silencio como estructura, y su desprecio por las convenciones formales, encontraron un eco en la sensibilidad de improvisadores que comenzaban a romper con los límites del hard bop.

Una historia aún más cargada de simbolismo ocurrió en 1954: Charlie Parker, buscando nuevos horizontes sonoros, se acercó a Varèse con la intención de estudiar composición con él. Parker había alcanzado el techo expresivo del bebop y buscaba nuevos lenguajes. Admiraba obras como Ionisation y Déserts. Pero el encuentro nunca se concretó: Varèse partió hacia Europa y, al regresar a Nueva York en mayo de 1955, Bird había muerto dos meses antes, el 12 de marzo.

Ese diálogo frustrado entre dos genios que hablaban idiomas distintos pero complementarios es, en sí mismo, un símbolo de lo que pudo haber sido una colaboración revolucionaria.

Aunque Varèse nunca se definió como músico de jazz, su legado reverbera en las exploraciones más radicales del género. Desde las texturas densas de Cecil Taylor, pasando por la libertad  de Coltrane en Ascension, hasta los collages sónicos producidos por Teo Macero para Miles Davis en Bitches Brew, su influencia —a veces directa, a veces por ósmosis estética— es innegable.

Incluso su manera de trabajar con cintas pregrabadas y manipulación electrónica en obras como Poème électronique anticipa las técnicas de sampling, looping y collage que marcarían tanto al hip hop como al jazz experimental del siglo XXI.

Las grabaciones de 1957 quedaron, por décadas, almacenadas sin difusión pública. Hoy, escucharlas es asistir a un momento de transición entre dos mundos: el del jazz afroamericano en busca de nuevas formas de libertad, y el de la música de vanguardia europea desafiando sus propias estructuras.

Más allá del género, esas cintas documentan un territorio inestable y fértil, donde la improvisación se transforma en arquitectura sonora, y la composición en acto performativo. Allí, el jazz se encontró con la vanguardia, no para fusionarse, sino para ensayar un lenguaje nuevo, todavía no codificado.

Edgard Varèse murió en 1965. El free jazz ya estaba en marcha. Pero su gesto radical, su capacidad de convocar a músicos jóvenes a ensayar sin partitura, sin forma y sin red, prefiguró muchas de las búsquedas que el jazz emprendería desde entonces. A veces, los grandes cruces no dejan obra, sino gestos. Este fue uno de ellos: un gesto fundacional, registrado en cinta, pero aún resonando en los márgenes más audaces del jazz contemporáneo.Por Marcelo Luis Bettoni

Edgard Varèse - Jazz Workshop (1957 ...

Crédito: The New York Public Library Digital Collections

Esta fotografía muestra a Varèse en su estudio durante la época en que dirigía los talleres con destacados músicos de jazz. Es una imagen poderosa que captura el entorno creativo donde se gestaron esas sesiones experimentales. La imagen está disponible en alta resolución y, según la información proporcionada por la biblioteca, puede utilizarse respetando las legislaciones de derechos de autor aplicables.

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