El legado de A.M. Jones y la comprensión moderna del ritmo africano.
El legado de A.M. Jones y la comprensión moderna del ritmo africano
Una de las contribuciones más notables del trabajo de investigación del musicólogo británico Arthur Morris Jones reside en haber ofrecido pruebas contundentes de lo que durante mucho tiempo había sido solo una sospecha entre estudiosos: que la música africana —incluidos sus complejos patrones de percusión— es profundamente contrapuntística y se estructura fundamentalmente en función de relaciones polimétricas y polirrítmicas.
Sin embargo, el aporte de Jones va más allá de esta comprobación. En sus dos volúmenes titulados Studies in African Music (1959), el autor expone y analiza aspectos del ritmo africano que hasta entonces habían pasado desapercibidos o confundido a numerosos musicólogos. Entre ellos, destacan tres elementos esenciales:1. Principio aditivo vs. principio divisivo: A diferencia del ritmo occidental, que suele basarse en la división simétrica del compás , el ritmo africano se construye mediante la adición de valores rítmicos distintos que no responden necesariamente a divisiones regulares. Este principio aditivo genera patrones que no se encajan dentro de una métrica simple, sino que se extienden de manera fluida, generando estructuras de gran complejidad.
2. Improvisación : Aunque la música africana es en gran medida improvisada, esta libertad creativa se ejerce dentro de un marco normativo . La improvisación no implica caos ni anarquía, sino una ejecución espontánea subordinada a un conjunto de reglas musicales profundamente interiorizadas por los intérpretes, quienes se forman desde edades tempranas en estas disciplinas rítmicas y estructurales.
3. Polirritmias complejas y desfasadas: Mientras que en la concepción europea la polirritmia suele entenderse como la superposición de dos o más líneas rítmicas que coinciden verticalmente en puntos estructurales claves (como comienzos de frases o compases), en la tradición africana estas coincidencias son poco frecuentes, e incluso pueden evitarse deliberadamente. Las distintas líneas rítmicas interactúan a lo largo de ciclos más amplios y asimétricos, generando texturas rítmicas entrecruzadas donde las coincidencias verticales no son prioritarias. Lo que prima es el entrelazamiento dinámico de los patrones, muchas veces con intencionales “ritmos cruzados” (cross-rhythms), que constituyen el núcleo estético del sistema.
El típico conjunto africano tradicional ejemplifica estos conceptos. Suele estar compuesto por un cantante solista, al que responde un coro mediante el recurso del llamado y respuesta; uno o dos músicos encargados de las campanas (que establecen un patrón rítmico cíclico constante); un grupo que con palmas refuerzan ese patrón; y tres o cuatro tamborileros que desarrollan líneas independientes, muchas veces improvisadas sobre un marco estructural compartido. Este ensamblaje genera entre siete y once líneas musicales simultáneas. Pero más importante que el número de partes es la manera en que se organizan: en un conjunto de siete líneas, por ejemplo, seis pueden operar sobre diferentes esquemas métricos escalonados, de modo tal que sus momentos de silencio raramente coincidan. El resultado es una textura sonora densamente entramada, viva y en constante transformación.
En algunas ejecuciones, dos de los tamborileros pueden mantenerse durante toda la performance —que puede extenderse durante varias horas— ejecutando patrones de ritmo cruzado, sin repetición literal ni alineación estructural estricta, pero sí manteniendo un equilibrio dinámico con el resto del conjunto. Esta forma de organización, que implica un altísimo grado de memoria, percepción rítmica y precisión interpretativa, ha sido reconocida por investigadores contemporáneos como una de las manifestaciones más sofisticadas de la música oral tradicional.
Poe Marcelo Bettoni .Podes ampliar la información en mi libro Las Rutas del jazz
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