La Banda del Octavo Regimiento y su Influencia en la Formación del Jazz de Nueva Orleans: Un Encuentro Transnacional en la Exposición de 1884
La Banda del
Octavo Regimiento y su Influencia en la Formación del Jazz de Nueva Orleans: Un
Encuentro Transnacional en la Exposición de 1884
En la historiografía
del jazz, los relatos fundacionales suelen centrarse en las confluencias
culturales de Nueva Orleans: las tradiciones africanas, criollas,
franco-españolas y afroamericanas. Sin embargo, un episodio poco explorado
—aunque documentado en fuentes especializadas y oralidades musicales— apunta
hacia un componente transnacional inesperado: la influencia de músicos mexicanos enviados por el gobierno de Porfirio
Díaz a la Exposición Mundial de Algodón de 1884 en Nueva Orleans. Esta
experiencia, articulada a través del envío de la Banda del Octavo Regimiento de
Caballería, ofrece claves para repensar los intercambios musicales que
fertilizaron el terreno del primer jazz.
La Exposición Mundial
de Algodón, celebrada entre diciembre de 1884 y mayo de 1885 en Nueva Orleans,
tuvo entre sus objetivos proyectar a la ciudad como un nodo comercial
internacional. En este contexto, Porfirio
Díaz, en un gesto de diplomacia cultural y política de modernización,
envió a la Banda del Octavo Regimiento de Caballería, compuesta por más de un
centenar de músicos, bajo la dirección del maestro Encarnación Payén.
Este conjunto no sólo
funcionaba como representación sonora del Estado mexicano, sino que constituía
una de las bandas militares más sofisticadas de su tiempo. Su repertorio, según
reseñas y documentos de la época, incluía marchas, danzas, habaneras y valses,
entre ellos la emblemática Sobre las olas de Juventino Rosas, obra que
tendría posterior repercusión internacional.
Uno de los elementos
más fascinantes desde el punto de vista musicológico es el contacto que establecieron estos músicos con
las bandas locales de Nueva Orleans, particularmente con agrupaciones
afroamericanas que comenzaban a experimentar con nuevas formas de expresión
colectiva. Entre los aspectos técnicos que captaron la atención local, el uso
del clarinete en registros
melódicos destacados fue central. De acuerdo con testimonios indirectos, como
los del saxofonista Richard Landry y la tradición oral que recogió el
historiador Luis Espinoza, esta sería la primera vez que músicos afroestadounidenses escuchaban al clarinete como
voz principal de un ensamble.
De hecho, Lorenzo Tió Sr. y Jr. —músicos
descendientes de aquel contingente mexicano— jugarían un papel determinante en
la configuración del clarinete como instrumento melódico esencial en el jazz de
Nueva Orleans. Su técnica, deudora del lirismo europeo y del fraseo
latinoamericano, introdujo un estilo refinado que luego sería fundamental para
intérpretes como Sidney Bechet, Barney Bigard y Johnny Dodds. Desde la
musicología comparada, este es un claro ejemplo de hibridación estilística, donde la tradición de banda militar
mexicana, con sus giros melódicos ornamentados y sus articulaciones
meticulosas, permeó la práctica musical afroamericana emergente.
No todos los músicos
del Octavo Regimiento regresaron a México. Algunos se establecieron en Nueva
Orleans, como el saxofonista Joe Viscara, recordado por el baterista Papa Jack
Laine como “un tipo que apenas hablaba inglés, pero que sabía soplar como
nadie”. Esta permanencia física propició un proceso de mestizaje sonoro, donde la frontera entre música de banda militar,
danzón, habanera y las nuevas formas de “hot music” se volvió porosa.
Otros nombres como Luis Florencio Ramos y Alcides Núñez también forman parte de
este relato transfronterizo. Este último, de ascendencia cubano-mexicana, llegó
a tocar en 1920 con la Original Dixieland Jass Band, considerada una de las
primeras agrupaciones en grabar comercialmente jazz, aunque su carácter de
grupo blanco ha sido objeto de múltiples debates ético-históricos. Aun así, la
presencia de Núñez marca un puente entre el Caribe hispano y el jazz comercial
estadounidense.
Este episodio
demuestra cómo la historia del jazz
requiere de una mirada más amplia y transnacional. La participación de
músicos mexicanos en un evento de exposición internacional no solo tuvo efectos
simbólicos, sino que provocó transformaciones
concretas en las texturas, instrumentación y estética del jazz primitivo.
Desde la
historiografía musical, este fenómeno puede interpretarse como una forma de transferencia cultural en contexto de
modernidad periférica, donde el régimen porfiriano, al querer proyectar
modernización y civilidad sonora, terminó influenciando un proceso artístico
revolucionario al otro lado del Río Bravo. Así, la historia del jazz no puede entenderse únicamente desde una narrativa
endógena norteamericana, sino que debe reconocer las complejidades de
los encuentros culturales y las trayectorias migrantes de sus protagonistas.
Por Marcelo Bettoni
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