Miles Davis en la Casa Blanca: una noche de gala y una respuesta inolvidable
En 1987, Miles Davis asistió a una cena de gala en la Casa Blanca, invitado por la primera dama Nancy Reagan como parte de un homenaje a figuras destacadas del arte y la cultura estadounidense. Aquella velada, más allá del protocolo y los discursos, quedaría inmortalizada por una respuesta tan breve como contundente, fiel al carácter de un músico que nunca bajó la cabeza ante el poder ni la hipocresía.
Vestido con su
habitual estilo vanguardista, sin hacer concesiones al dress code presidencial,
Davis se movía entre políticos, empresarios y celebridades del establishment.
En un momento de la noche, una mujer blanca, elegantemente vestida, se le
acercó con una mezcla de curiosidad y condescendencia. Le preguntó:
—¿Y usted qué hace aquí?
Davis no dudó en
responder con la seguridad de quien conoce su legado:
—He cambiado el curso de la música cinco o
seis veces. ¿Y usted, qué ha hecho?
La frase resonó en el
salón como un solo punzante. No era solo una respuesta altiva: era una
declaración de principios. En una época en que el presidente Reagan reducía
sistemáticamente los fondos públicos destinados a la cultura y el arte, y donde
el jazz aún luchaba por el reconocimiento institucional que merecía, la
presencia de Miles Davis en esa gala era en sí misma un gesto incómodo,
disruptivo, casi militante.
El episodio fue
narrado por el propio Davis en su autobiografía, y desde entonces ha circulado
en el mundo del jazz como una parábola moderna sobre el orgullo, la identidad y
la resistencia. Porque más allá de sus innovaciones musicales —desde el bebop
al jazz eléctrico—, Miles fue siempre eso: un cuerpo negro en movimiento,
desafiante, sin pedir permiso para ocupar el lugar que le correspondía.
Ese día, en el corazón
del poder estadounidense, el jazz no solo sonó en las partituras: se escuchó en
una sola frase, afilada como una blue note, que aún hoy nos recuerda de qué
está hecha esta música.
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