Resistencia y reconfiguración cultural: el legado africano en la génesis del jazz
Cómo los africanos
esclavizados en América resignificaron la música, la religión y la cultura para
dar lugar a nuevas formas expresivas afroamericanas
La historia de la
música afroamericana no puede entenderse sin abordar los complejos procesos de
adaptación, resistencia simbólica y sincretismo que protagonizaron los
africanos esclavizados en América. A lo largo de más de un siglo y medio, estos
hombres y mujeres, arrancados de sus tierras y sometidos a condiciones de
extrema violencia y opresión, lograron no solo sobrevivir, sino también
preservar aspectos fundamentales de su cosmovisión mediante mecanismos
culturales estratégicos. En ese proceso, música y religión se erigieron como
territorios clave de resistencia, dando origen a nuevas formas sonoras que, con
el tiempo, alimentarían la gestación del jazz.
Tal como han señalado
autores como Melville Herskovits (1941) o Lorenzo Turner (1949), la
aculturación del africano en América no fue un fenómeno homogéneo ni lineal. Si
bien existieron contextos de imposición violenta —como la prohibición de
lenguas africanas o la represión de prácticas rituales—, también se desplegaron
formas sutiles de resistencia cultural. Herskovits, en su obra The Myth of
the Negro Past, refutó la idea de que los afroamericanos habían perdido
toda conexión con África, demostrando la persistencia de rasgos culturales
africanos en prácticas cotidianas, creencias y expresiones artísticas.
En este sentido, como
ha planteado la antropóloga Sidney Mintz (1992), la cultura afroamericana no
debe concebirse como una simple herencia degradada, sino como una creación
original, producto de la interacción entre tradiciones africanas, contextos
locales y estructuras coloniales. Esta idea de "nueva síntesis
cultural" resulta central para entender el surgimiento del jazz.
Uno de los espacios
donde esta dinámica fue más evidente es el religioso. En territorios de
influencia católica, como Cuba, Haití o Brasil, los esclavizados
reinterpretaron el panteón cristiano a través de las lentes africanas. En Cuba,
por ejemplo, la santería (Regla de Ocha) articuló los orishas yorubas con
figuras del santoral católico. En Haití, el vodou combinó elementos fon, ewe y
yoruba con ritos católicos, generando un sistema teológico complejo y
profundamente simbólico.
Este sincretismo no
fue una aceptación pasiva, sino una estrategia de supervivencia cultural. Los
rituales mantenían la estructura musical africana: tambores bata, cantos
responsoriales, danzas circulares y trances espirituales. Tal como señala
Robert Farris Thompson (1983) en Flash of the Spirit, estas prácticas no
sólo preservaban el legado africano, sino que ofrecían una vía de resistencia
frente a la alienación del mundo esclavista.
En el ámbito musical,
la herencia africana fue igualmente decisiva. En las plantaciones del sur
estadounidense, los esclavizados desarrollaron formas vocales como los "work
songs", cuyo objetivo era coordinar el trabajo, aliviar el sufrimiento
y mantener la cohesión del grupo. Estas canciones, basadas en el principio de
llamada y respuesta, preservaban estructuras musicales africanas como la
repetición cíclica, la variación melódica y la improvisación.
Con el paso del
tiempo, estas formas evolucionaron hacia géneros más complejos como el spiritual
y el gospel, que combinaban la devoción cristiana con la expresividad
vocal africana. En el spiritual, por ejemplo, el contenido bíblico se
transformaba en un vehículo de doble sentido: una esperanza trascendental, pero
también un anhelo de libertad terrenal. Como afirma Samuel Floyd Jr. (1995),
estas músicas funcionaban como espacios de “memoria cultural”, donde lo africano
persistía aun bajo formas disfrazadas.
La síntesis de estos
elementos —estructuras rítmicas africanas, instrumentos europeos, lenguajes
musicales diversos— confluyó de manera explosiva en el surgimiento del jazz. En
ciudades portuarias como Nueva Orleans, donde convivían influencias francesas,
españolas, caribeñas y africanas, se generó un caldo de cultivo propicio para
nuevas expresiones musicales.
El jazz incorporó
recursos africanos fundamentales: la síncopa, el swing, el fraseo improvisado,
la interacción grupal y la expresividad tímbrica. Como plantea Paul Berliner
(1994) en Thinking in Jazz, la improvisación no es un rasgo ornamental,
sino una lógica estructural heredada de la tradición oral africana. En palabras
de Amiri Baraka (1963), el jazz fue "la música de la libertad dentro de la
opresión", una manifestación sonora de la experiencia afroamericana.
El paso del africano
esclavizado en América no fue el de un sujeto pasivo frente a la aculturación,
sino el de un agente cultural activo que logró resignificar, infiltrar y
transformar las estructuras dominantes. Religión, música y ritual se
convirtieron en territorios de resistencia simbólica, donde lo africano no solo
sobrevivió, sino que dio origen a nuevas formas culturales, entre ellas, el
jazz.
Quienes deseen
profundizar en este tema y en otras dimensiones del fenómeno jazzístico —su
historia, su evolución estilística, su percepción sensorial y sus vínculos con
la educación— encontrarán un abordaje integral en mi libro Las Rutas del
Jazz (Marcelo Luis Bettoni, 2024), disponible en librerías.
Bibliografía consultada
Berliner, Paul. Thinking in Jazz: The
Infinite Art of Improvisation. University of Chicago Press, 1994.
Baraka, Amiri (LeRoi Jones). Blues People:
Negro Music in White America. William Morrow, 1963.
Floyd Jr., Samuel A. The Power of Black
Music: Interpreting Its History from Africa to the United States. Oxford
University Press, 1995.
Herskovits, Melville J. The Myth of the
Negro Past. Beacon Press, 1941.
Mintz, Sidney y Richard Price. The Birth of
African-American Culture: An Anthropological Perspective. Beacon Press,
1992.
Thompson, Robert Farris. Flash of the
Spirit: African and Afro-American Art and Philosophy. Vintage Books, 1983.
Turner, Lorenzo D. Africanisms in the
Gullah Dialect. University of Chicago Press, 1949.
Comentarios
Publicar un comentario