Absalom Jones resonancias tempranas de una identidad sonora afroamericana .Parte 1
La historia del jazz no puede entenderse sin
considerar el devenir de las comunidades afroamericanas desde su génesis
forzada en el Nuevo Mundo. Antes de que las primeras cornetas resonaran en
Nueva Orleans, existió un proceso espiritual, cultural y político profundo, en
el cual la música fue vehículo de identidad, resistencia y trascendencia. En
ese entramado, el nombre de Absalom
Jones (1746–1818), primer sacerdote negro ordenado en los Estados
Unidos, ocupa un lugar clave como articulador de un espacio espiritual y
comunitario desde el cual emergieron las formas musicales afroamericanas
tempranas que más tarde alimentarían el jazz.
Nacido en la esclavitud en el estado de Delaware,
Absalom Jones logró alfabetizarse, compró su libertad y emergió como una de las
figuras más influyentes del temprano liderazgo negro en la América
postcolonial. Su vida estuvo marcada por la fundación de la Free African Society (1787) junto a
Richard Allen y, posteriormente, por su ordenación como sacerdote episcopal en
1804.
El elemento más significativo desde el punto de vista
musicológico radica en el tipo de
religiosidad que Jones ayudó a establecer: una espiritualidad
profundamente anclada en la experiencia afrodescendiente, que encontraba en la oralidad, el canto congregacional, la
interpretación emocional y la adaptación bíblica elementos capaces de
generar un sentido de pertenencia y comunidad frente a un entorno social
hostil. Este marco dio origen a un modelo
estético-teológico que luego caracterizaría a la iglesia afroamericana:
ritmo corporal, vocalidad expresiva, modulación melismática, y un uso del
lenguaje cargado de imágenes bíblicas y simbolismo liberador.
La relación entre música y religión no es novedosa,
pero en el contexto afroamericano adquiere un carácter singular: la música no sólo es forma de alabanza,
sino también forma de protesta
codificada y espacio seguro de
autoexpresión. La estructura litúrgica episcopal, más formal que la
bautista o metodista, fue reformulada por las congregaciones negras que la
habitaron, incorporando prácticas de llamado y respuesta, repeticiones
extendidas y participación coral espontánea. En este proceso, el liderazgo de
Absalom Jones no puede ser visto como un dato aislado, sino como un nodo institucional que permitió la
consolidación de estas prácticas.
Aunque no existen registros directos de composiciones
ni de repertorio asociado a Jones, el análisis histórico permite establecer una
relación clara entre su figura y el
surgimiento del spiritual afroamericano, cuya evolución estilística y
funcional formó parte del sedimento sonoro del jazz. En palabras del musicólogo
Samuel A. Floyd Jr., el spiritual y el blues conforman dos “gramáticas
generativas” del jazz: el primero aporta la herencia litúrgica y la emotividad colectiva, el segundo, la individualidad expresiva y el lamento
secularizado.
La iglesia fundada por Jones fue, en muchos sentidos, el primer espacio de institucionalización del
canto colectivo negro en clave cristiana. Esta praxis fue crucial para
sostener una memoria ancestral que sobrevivió al desgarramiento de la
esclavitud. Como han sugerido teóricos como Albert J. Raboteau, el culto
afroamericano fue un espacio donde los africanos esclavizados
"reensamblaron su humanidad", y ese reensamble tuvo en la música un
eje central.
Desde este ángulo, puede afirmarse que Absalom Jones
—aunque no compositor ni músico— fue
parte del complejo proceso de traducción simbólica por el cual los
códigos africanos sobrevivieron y se resignificaron en América. Su prédica, su
liderazgo comunitario y la autonomía de su iglesia fueron estructuras de sostén para una cultura oral
sonora, que más tarde nutriría tanto el gospel como el jazz.
Si bien la conexión entre Jones y el jazz no es
directa ni estilística, la herencia
espiritual afroamericana que él ayudó a consolidar permanece en muchas
obras jazzísticas del siglo XX. Desde los Spirituals de Mahalia Jackson hasta A
Love Supreme de John Coltrane, pasando por los arreglos corales de Duke
Ellington (Sacred Concerts) o la música de Mary Lou Williams, el jazz se
ha nutrido de una matriz espiritual forjada siglos antes. Esa matriz tuvo, en
parte, su anclaje en figuras como Absalom Jones.
Coltrane, al igual que otros músicos, exploró un jazz
profundamente conectado con la búsqueda espiritual, utilizando formas
repetitivas, improvisaciones modales y escalas de raíz africana para expresar
una trascendencia similar a la que sostenía la tradición litúrgica negra. En
cierto modo, esa “liturgia del sonido” puede rastrear sus orígenes hasta la
iglesia africana de Filadelfia y los sermones de Jones, en los cuales el verbo
y la emoción eran inseparables.
Absalom Jones no fue músico, pero su legado espiritual
y organizativo permitió el florecimiento de una subjetividad sonora afroamericana, sin la cual no podríamos
comprender la música negra de los siglos XIX y XX. Desde los spirituals hasta
el gospel, y desde allí hacia el blues y el jazz, existe una genealogía
profunda en la que la experiencia colectiva de fe, resistencia y canto se
convierte en lenguaje estético.
Así como el jazz se construye sobre una polirritmia de
tradiciones, el pensamiento musicológico debe ser capaz de oír no sólo los
sonidos, sino también los silencios que los antecedieron. En uno de esos
silencios fundacionales resuena aún la voz de Absalom Jones.
Por Marcelo Luis Bettoni
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