Clora Bryant: la trompeta que rompió barreras en el jazz de la Costa Oeste
El nombre de Clora Bryant (1927-2019) merece figurar
con justicia en la historia del jazz como símbolo de talento, coraje y
resiliencia. Trompetista excepcional en un mundo de hombres, mujer
afroamericana en un país marcado por el racismo, y figura central del jazz de
la Costa Oeste, Bryant no solo se destacó por su destreza musical, sino por su
incansable labor como educadora y defensora del legado del jazz.
Nacida en Denison, Texas, el 30 de mayo de 1927, Clora
Bryant creció en un hogar donde la música ocupaba un lugar esencial. Su padre,
Charles, un apasionado de la música, alentó a sus hijos a explorar el arte. Clora
comenzó tocando el piano, pero pronto se sintió atraída por la trompeta,
instrumento con el que encontró su verdadera voz. Durante su adolescencia, tras
la muerte de su madre, la familia se trasladó a Los Ángeles, donde Clora
ingresó en el Manual Arts High School, una institución con un rico programa
musical.
En tiempos donde las big bands femeninas surgían como
alternativa a las orquestas masculinas, especialmente durante la Segunda Guerra
Mundial, Clora se unió a grupos como la Prairie View Coeds (en Texas) y, más
tarde, a las célebres International Sweethearts of Rhythm, una de las
pocas orquestas integradas racialmente y completamente femeninas de la época.
Instalada en Los Ángeles, Clora se convirtió en una
figura habitual en el circuito de Central Avenue, el epicentro del jazz
afroamericano en la Costa Oeste. Allí compartió jam sessions con músicos como
Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Max Roach y Dexter Gordon. Su dominio del
bebop, estilo que comenzaba a transformar el lenguaje del jazz, sorprendía por
su fluidez, fraseo intrincado y sentido melódico. Bryant poseía un tono cálido
y vibrante, y una técnica que le permitía abordar con soltura pasajes rápidos y
complejos.
En 1957 editó Gal With A Horn (Mode Records),
un álbum donde deja constancia de su musicalidad y versatilidad. A pesar de su
calidad, el disco pasó injustamente desapercibido en el mercado dominado por
varones y grandes sellos de la Costa Este.
En 1989, Bryant se convirtió en la primera mujer
afroamericana en llevar el jazz a la entonces Unión Soviética, en una gira que
materializó un sueño largamente postergado: el de usar la música como puente
cultural. Sus presentaciones en Moscú y Leningrado fueron recibidas con
entusiasmo, y marcaron un hito en la diplomacia cultural estadounidense.
En las décadas finales de su vida, Clora se dedicó a
la educación y la preservación del jazz, dictando charlas en escuelas y universidades,
organizando conciertos y promoviendo el reconocimiento del jazz de la Costa
Oeste, muchas veces relegado frente a la narrativa centrada en Nueva York.
En sus palabras: “El jazz es historia viva. Es nuestra
historia, la historia de nuestra lucha, de nuestra alegría y de nuestra
esperanza”. Su vida y obra reflejan ese compromiso profundo con el arte y la
comunidad.
Clora Bryant fue, como dijo Dizzy Gillespie, “una
trompetista con alma de gigante”. Su estilo combinaba la agilidad y el lenguaje
armónico del bebop con un lirismo heredado de las primeras grandes orquestas
del jazz. En su fraseo podían oírse ecos de Roy Eldridge y Fats Navarro, pero
con una voz propia que supo abrirse camino en un medio que muchas veces la
invisibilizó por su género. Hoy, su figura es reivindicada por nuevas
generaciones de músicos e historiadores que ven en ella un ejemplo de talento,
lucha y dedicación.
Por Marcelo Bettoni
Comentarios
Publicar un comentario