Emily Remler: El arte de abrirse paso en un mundo de gigantes. Parte 2

 

 


Entre los nombres que marcaron la guitarra de jazz en las décadas de 1980 y principios de los ’90, Emily Remler ocupa un lugar singular. No sólo por ser una de las pocas mujeres instrumentistas que alcanzó reconocimiento en un ambiente dominado por hombres, sino por haberlo hecho con una voz estética definida, personal y profundamente musical. Su legado, aunque truncado por su prematura muerte en 1990, permanece vivo en una serie de grabaciones que revelan una artista de gran sensibilidad y profundidad técnica.

East to Wes (1988)

En este álbum homenaje a Wes Montgomery, Remler no se limita a la cita superficial. Asimila y reinterpreta la herencia del maestro con inteligencia y respeto. Desde la elección tímbrica —una guitarra cálida, sin distorsión, con un fraseo articulado con pulso— hasta el uso del espacio y la forma, todo en este disco evidencia una madurez estilística poco común.El tema “Movin’ Along” es paradigmático: Remler combina arpegios amplios, desplazamientos rítmicos y una lógica melódica que nunca se pierde en la abstracción. En lugar de exhibicionismo técnico, construye discursos coherentes y expresivos.

Catwalk (1984)

Grabado cuatro años antes, Catwalk muestra a una Emily en pleno proceso de afirmación. Aquí ya no homenajea, sino que escribe y desarrolla su propio lenguaje. Las composiciones presentan métricas complejas, climas variados y grooves que dialogan con el latin jazz, el swing moderno y el post-bop.

Su solo en “Mocha Spice” es ejemplo de control rítmico y sofisticación armónica. El uso de acordes con tensiones añadidas y la alternancia entre líneas melódicas y comping sincopado reflejan su dominio de la guitarra jazzística como instrumento polifónico.

Together (1985)

En este álbum a dúo, Remler comparte espacio con uno de los guitarristas –Larry Coryell- más audaces del jazz-fusión. Pero lejos de opacarse, brilla. Lo hace desde el lirismo, el equilibrio y la claridad. En piezas como “How My Heart Sings”, su uso del voice leading, la economía de notas y el sentido del swing contrastan con la energía abrasiva de Coryell, logrando un diálogo estético de gran riqueza.

Si bien Remler poseía un dominio técnico envidiable, lo que realmente define su estilo es la musicalidad. Su forma de construir frases, su atención al detalle armónico, su respeto por la forma y su capacidad para escuchar al otro la convierten en una intérprete íntegra. No buscaba impresionar, sino comunicar. Y lo lograba. Lo hizo sin estridencias, desde la música. Su obra merece ser estudiada, transcrita, escuchada con atención. Porque en cada una de sus notas hay una afirmación de identidad, una lección de estilo y una invitación a repensar los cánones de la guitarra de jazz.

Por Marcelo Bettoni

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