John Coltrane: La Práctica Musical como Camino hacia lo Trascendental

 

 

 



La figura de John Coltrane representa un punto de inflexión en la historia del jazz no solo por su virtuosismo técnico, sino por el modo en que convirtió la práctica musical en un camino espiritual y filosófico. En su trayectoria, la disciplina rigurosa se transforma en método de indagación sonora, y su evolución estilística se proyecta como una búsqueda hacia lo absoluto. Esta columna propone una lectura  de su práctica y obra, en clave de investigación, sin perder de vista el carácter trascendente que Coltrane imprimió a su arte.

En los estudios musicológicos contemporáneos, el análisis de la práctica instrumental como forma de conocimiento encarna un enfoque central para comprender la construcción del lenguaje musical. En Coltrane, esta práctica se manifestaba como una rutina exhaustiva y sistemática. El saxofonista Sonny Rollins afirmaba que Coltrane practicaba “todo el tiempo”, y Elvin Jones, su baterista en el cuarteto clásico, lo describía como alguien que “vivía dentro del saxofón”.

Coltrane trabajaba obsesivamente sobre materiales tonales y rítmicos. Su bitácora personal —publicada parcialmente por Lewis Porter en su biografía definitiva— incluye esquemas de escalas modales, secuencias armónicas cíclicas (como el famoso ciclo de terceras mayores que estructura Giant Steps) y fórmulas interválicas complejas, todas analizadas, tocadas y transpuestas en múltiples tonalidades. Su enfoque puede leerse como una etnomusicología interna: Coltrane investigaba desde la ejecución, generando así un saber encarnado en el cuerpo y el sonido.

En su etapa de madurez (1964–1967), Coltrane amplía los límites del jazz hacia una estética espiritual que desborda los marcos del análisis armónico tradicional. A Love Supreme, obra paradigmática de este período, puede entenderse desde una “sintaxis sonora sagrada”, donde cada movimiento representa un estado de conciencia: el reconocimiento, la resolución, la búsqueda y la oración. El último movimiento (Psalm) es, de hecho, una declamación sonora de un texto escrito por él, tocado sin palabras pero respetando la prosodia verbal, lo cual constituye un ejemplo notable de “retórica musical trascendente”.

Musicólogos como Ingrid Monson y Paul Berliner han destacado cómo el free jazz en la década del 60 fue tanto una rebelión formal como una exploración ontológica del sonido. En este contexto, Coltrane emerge como figura axial: su paso de estructuras complejas hacia la libertad melódico-rítmica no responde a una desestructuración casual, sino a una búsqueda de universalidad sonora. En entrevistas y notas personales, Coltrane menciona su estudio de textos védicos, el Corán, la Biblia y tratados taoístas, todos ellos reflejados en títulos como Om, Meditations o Ascension.

Desde el punto de vista técnico, la espiritualidad de Coltrane no se opone al rigor, sino que lo potencia. Su uso del sheets of sound (concepto acuñado por Ira Gitler para describir sus ráfagas de notas) se vincula con una expansión perceptiva del tiempo musical. En términos de análisis, sus improvisaciones muestran una recurrencia de patrones superpuestos sobre centros tonales móviles, lo que genera un efecto de flotación armónica, similar a las escalas raga en la música clásica india.

En Interstellar Space, Coltrane abandona por completo el acompañamiento armónico para dialogar con la batería de Rashied Ali. Allí, la melodía es el gesto y la forma se convierte en energía. La estructura se construye en tiempo real, mediante tensiones dinámicas y densidades tímbricas, más cercanas a la lógica de la música contemporánea que al jazz tradicional. Es aquí donde la práctica musical se transforma en acto ritual.

El estudio de Coltrane nos obliga a pensar la práctica musical como una vía epistemológica y espiritual. Su disciplina no fue solo una exigencia técnica sino un compromiso ético con el sonido y su potencia transformadora. Su música no busca solo conmover o entretener, sino elevar.

Coltrane no dejó un tratado teórico, pero su obra constituye una forma de pensamiento en acción, una musicología del alma expresada a través del saxofón. En este sentido, su impronta sigue siendo inagotable: una invitación a vivir el jazz como práctica, como escucha activa y, sobre todo, como camino de revelación interior.

Por Marcelo Bettoni

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