Rubber Duckie: El espíritu lúdico de la Jazz at Lincoln Center Orchestra con Wynton Marsalis

 


Entre las muchas facetas que el jazz ha sabido desplegar a lo largo de su historia, una de las más encantadoras es, sin duda, su capacidad para dialogar con lo lúdico, lo popular y lo entrañable. En ese cruce se sitúa la interpretación de Rubber Duckie —la célebre canción de Sesame Street— por la Jazz at Lincoln Center Orchestra (JLCO) bajo la dirección de Wynton Marsalis, un ejemplo luminoso de cómo el jazz puede tender puentes entre generaciones y tradiciones culturales.

La versión de Rubber Duckie por la JLCO es una muestra del talento de sus arregladores y solistas. El arreglo —lleno de swing, humor y un guiño constante al oyente— transforma el tema en una pequeña suite jazzística, donde los metales dialogan en secciones juguetonas, los vientos alternan fraseos llenos de picardía y la base rítmica sostiene el groove con naturalidad. Los solos, como es habitual en la orquesta, están cargados de virtuosismo pero sin perder el tono desenfadado que requiere la pieza. El resultado es un homenaje tanto al repertorio popular como al espíritu abierto del jazz, capaz de abrazar y transformar cualquier material sonoro en arte de alto vuelo.

Rubber Duckie fue compuesta en 1970 por Jeff Moss para Sesame Street. Su melodía sencilla y su métrica accesible —en un compás de 4/4 claro y directo— la hicieron popular entre los niños y niñas de todo el mundo. Sin embargo, el arreglo que presenta la JLCO expande este material en varias dimensiones: armónica, tímbrica y formal.

El arreglo mantiene la melodía reconocible, pero la rodea de una rica paleta armónica que explora extensiones y sustituciones propias del lenguaje del jazz. Los acordes básicos (mayor y dominante) son embellecidos con novenas, oncenas aumentadas y trecenas, y en algunos pasajes se introducen momentáneas modulaciones o cromatismos que generan un aire de sofisticación juguetona. El tema, de estructura AABA, es tratado con variaciones tímbricas en cada repetición: en algunos momentos el A es interpretado con la sección de saxofones en unísono o en armonías cerradas, mientras que el B aprovecha la interacción entre los metales (trombones y trompetas) con respuestas rítmicas sincopadas.

El swing es el motor principal del arreglo, aunque se intercalan momentos de stop-time y breves pausas que aportan un efecto dramático y humorístico, casi como si la orquesta “jugará” con el oyente. El contrabajo mantiene un walking bass firme, pero con adornos y cromatismos que recuerdan a la tradición de Jimmy Blanton o Ray Brown. La batería, por su parte, alterna el uso de escobillas y baquetas, utilizando golpes secos en el aro y pequeñas explosiones en los platos para subrayar momentos clave del arreglo.

Uno de los logros más notables del arreglo es la variedad de colores orquestales. La sección de trompetas explora el uso de sordinas (como la plunger mute y la harmon mute), logrando efectos vocales y gestuales. Los trombones alternan entre registros graves y medias voces que aportan una base cálida y a la vez humorística. Los saxofones, especialmente los barítonos y tenores, se lucen en pasajes que imitan los sonidos juguetones de un patito de hule, incluyendo glissandi y efectos de growl.

En cuanto a los solos, el arreglo suele ofrecer espacios breves pero intensos, donde los solistas improvisan sobre el ciclo armónico básico enriquecido por los acordes embellecidos del arreglo. Las intervenciones solistas suelen mantener el tono ligero y desenfadado, integrando citas melódicas de otras canciones infantiles o populares, un recurso típico del humor jazzístico.

El desarrollo formal del arreglo evita la monotonía a través de cambios dinámicos marcados: desde secciones pianissimo donde solo suenan los vientos suaves y las escobillas, hasta pasajes fortissimo con toda la potencia de la big band. Las dinámicas no solo cumplen un rol expresivo, sino que refuerzan el carácter teatral y narrativo de la pieza, como si la orquesta relatara una pequeña historia.

La interpretación de Rubber Duckie por la JLCO es un ejemplo brillante de cómo un tema simple puede transformarse en un vehículo para la creatividad orquestal, el virtuosismo individual y el espíritu comunitario del jazz. Bajo la dirección de Marsalis, la orquesta no solo rinde homenaje al legado cultural de Sesame Street, sino que reafirma la vocación del jazz como arte capaz de dialogar con todas las audiencias, sin perder su profundidad técnica ni su poder de conmover.

Por Marcelo Bettoni

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