San Juan Hill: Ecos de un Barrio Olvidado en el Corazón de Manhattan.
Mucho antes de que el
majestuoso Lincoln Center alzara su silueta en el paisaje urbano de Manhattan,
ese mismo territorio bullía con vida, música y cultura bajo el nombre de San Juan Hill. Durante la primera
mitad del siglo XX, esta zona —ubicada en el Upper West Side— fue hogar de una
vibrante comunidad afroamericana y caribeña, integrada principalmente por
trabajadores migrantes y veteranos afrodescendientes de la Guerra
Hispano-Estadounidense, cuyas raíces dieron nombre al barrio.
San Juan Hill fue un
hervidero de creatividad, cuya efervescencia artística se manifestó en sus
clubes nocturnos, salones de baile y teatros comunitarios. Este entorno
estimulante albergó a pioneros del jazz y la cultura afroamericana, como James P. Johnson, figura clave del stride
piano y mentor de Fats Waller; la icónica Josephine Baker, quien comenzaría su carrera antes de deslumbrar
al mundo desde París; el pianista Rogelio
“Ram” Ramírez, autor del influyente “Lover Man (Oh, Where Can You Be?)”;
y el joven Thelonious Monk,
quien absorbió allí buena parte del espíritu que luego canalizaría en la
revolución bebop.
Este entorno ofrecía
un espacio fértil para la experimentación musical, el activismo social y la
afirmación cultural. San Juan Hill no solo era un barrio: era una plataforma
donde los lenguajes del jazz, la danza y la poesía dialogaban con la historia
de la diáspora africana en Estados Unidos.
A pesar de su
vitalidad, San Juan Hill fue víctima de las políticas estructurales de
exclusión y desposesión racial. En los años 1930, el barrio fue redlineado, es decir, marcado como una
zona de “alto riesgo” por bancos y aseguradoras, lo cual bloqueó el acceso al
crédito hipotecario y contribuyó al deterioro intencionado del vecindario.
Décadas más tarde,
entre los años 1940 y 1950, San Juan Hill fue uno de los blancos principales
del programa de “renovación urbana”
impulsado por el polémico urbanista Robert
Moses, quien definía estos espacios populares como “barrios
deteriorados” aptos para ser demolidos y reconstruidos. Miles de residentes
fueron desplazados por la fuerza, sus hogares arrasados para levantar nuevos
proyectos como las Amsterdam Houses,
la sede de Fordham University, y
finalmente el Lincoln Center for the
Performing Arts, inaugurado en los años 1960.
El costo humano fue
incalculable: la pérdida del tejido social, la destrucción de redes de
solidaridad y la invisibilización de una historia negra y latina fundamental en
la cultura neoyorquina.
Esa historia
largamente silenciada comienza a ser contada con justicia en el documental San Juan Hill: Manhattan’s Lost Neighborhood,
dirigido por el premiado realizador Stanley
Nelson y narrado por la actriz y cantante Ariana DeBose. La película traza la evolución del barrio desde su
formación hasta su desaparición, combinando testimonios, material de archivo y
un análisis cultural que restituye el valor de lo que allí sucedió.
Más que un simple
homenaje, la obra es un acto de reparación simbólica. Recupera las voces de
quienes vivieron, crearon y resistieron en ese espacio, y evidencia cómo los
ecos de San Juan Hill siguen resonando en la historia del jazz, la danza
moderna y el activismo por la justicia racial.
Hoy, el Lincoln Center
—epicentro de la música académica y las artes escénicas— se alza sobre una
tierra que alguna vez fue cuna de la invención rítmica y la identidad
afroamericana urbana. En un gesto de reconocimiento, algunas de sus
instituciones han comenzado a abrir espacios para esta memoria, reconociendo
que la historia del arte en Nueva York no se escribe solo desde los mármoles
del poder cultural, sino también desde las aceras donde el jazz improvisaba
futuros posibles.
Por Marcelo Bettoni
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