The Jazztet: Arquitectura sonora del hard bop

 



A fines de la década de 1950, en una escena marcada por la expansión del hard bop y el creciente influjo del soul jazz, surgió un grupo que propuso una síntesis singular: sofisticación compositiva, lirismo melódico y arquitectura formal dentro del formato de pequeño ensamble. Así nació The Jazztet, un sexteto fundado en 1959 por dos figuras claves del jazz moderno: el trompetista Art Farmer y el saxofonista tenor Benny Golson.

A diferencia de otras agrupaciones de la época que favorecían la espontaneidad o el fuego improvisatorio por encima de la organización, The Jazztet apostó por un sonido pulido, camerístico, con arreglos densos y líneas claras. El proyecto duró, en su primera etapa, apenas tres años, pero dejó una marca perdurable en la historia del jazz.

Farmer y Golson, ambos con una gran experiencia, incluyendo la participación con de Lionel Hampton y Art Blakey. Se encontraron con una visión compartida: construir un pequeño grupo con la riqueza tímbrica y la cohesión estructural de una orquesta. El resultado fue un sexteto con una instrumentación poco convencional en el combo moderno: trompeta, saxo tenor, trombón, piano, contrabajo y batería.

La formación original incluyó a figuras que luego brillarían por derecho propio: Curtis Fuller en trombón, McCoy Tyner en piano (antes de unirse a Coltrane), Addison Farmer (hermano de Art) en contrabajo y Lex Humphries en batería. Desde el comienzo, la propuesta fue clara: composiciones originales, arreglos meticulosos, equilibrio entre solistas y ensamble.

El núcleo estético del grupo estuvo moldeado por los arreglos de Benny Golson. A diferencia del lenguaje bebop de frases rápidas y estructuras abiertas, Golson trabajaba con células temáticas reconocibles, líneas armónicas densas y desarrollos narrativos. Temas como “Killer Joe”, “Whisper Not” o “Blues March” no eran simples vehículos para la improvisación: eran construcciones musicales en sí mismas, donde cada sección del tema tenía un rol dramático.

El enfoque de Golson fue casi cinematográfico. En sus propias palabras, buscaba que cada composición “contara una historia” y que cada instrumentista fuera un personaje con voz propia. Farmer, con su lirismo introspectivo y fraseo elegante, era el intérprete ideal para este tipo de narrativa musical.

En tan solo tres años (1960–1962), The Jazztet grabó seis discos fundamentales. El debut, Meet The Jazztet (Argo Records, 1960), fue recibido con entusiasmo: presentaba una paleta de sonidos nueva para el hard bop, una suerte de cámara moderna con swing.Le siguieron:

Big City Sounds (1960), con una clara intención urbana y sofisticada, The Jazztet and John Lewis (1961), una colaboración con el pianista del Modern Jazz Quartet, que reforzó la conexión con el tercer corriente (Third Stream) y Another Git Together (1962), el último registro antes de su disolución inicial.

A pesar del reconocimiento crítico, el grupo enfrentó dificultades comerciales. El jazz, en ese momento, comenzaba a ceder espacio al rhythm and blues y al incipiente rock. A ello se sumaba la dificultad de mantener una formación de seis músicos con tan alto nivel de escritura y ensayo.

En 1982, Farmer y Golson decidieron revivir The Jazztet, esta vez con nuevos integrantes como Geoff Keezer, Rufus Reid y Marvin “Smitty” Smith. La música mantuvo su carácter refinado, aunque adaptada a un lenguaje post-bop más flexible. Discos como Moment to Moment (1983) y Back to the City (1986) muestran cómo el espíritu original del grupo se mantenía vivo, sin caer en la nostalgia.

The Jazztet no fue simplemente un conjunto más en la era dorada del jazz moderno. Fue una declaración estética: la búsqueda de formas claras, la integración de escritura e improvisación, y la voluntad de que cada nota tenga sentido. Como dijo Golson alguna vez, “la música debe ser inevitable, como un buen guion: no hay otra forma en que pueda suceder”. Asimismo, consolidó un repertorio que aún hoy forma parte del cancionero moderno del jazz. Por otro, demostró que el pequeño grupo podía ser un laboratorio sonoro con la ambición de una orquesta, sin renunciar a la interacción y la espontaneidad

En tiempos donde el jazz parece oscilar entre extremos —libertad absoluta o academicismo—, la obra del Jazztet recuerda que existe un punto intermedio, donde el pensamiento se vuelve música y la emoción se convierte en forma.

Por Marcelo Luis Bettoni

 

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