Johnny St. Cyr: El Banjo y la Guitarra en los Primeros Pasos del Jazz
Johnny St. Cyr (1890-1966) es un nombre que, aunque quizás no tan conocido por el público general, tiene un peso considerable en la historia del jazz. Su vida y carrera abarcan varias de las etapas más cruciales en la formación de este género, desde sus inicios en Nueva Orleans hasta su último respiro en Los Ángeles. Su legado es fundamental para comprender la evolución del jazz, particularmente en la transición del estilo tradicional de Nueva Orleans al jazz más moderno de Chicago y más allá.
Nacido el 17 de abril de 1890 en Nueva Orleans, Johnny
St. Cyr comenzó su carrera musical a una edad temprana. Su primer instrumento
fue el banjo, aunque con el tiempo se destacó también como guitarrista. Ya en
1905, con apenas 15 años, formó su propia banda en la ciudad natal, lo que
muestra no solo su talento precoz, sino también su capacidad para liderar en un
entorno musical competitivo. St. Cyr no tardó en integrarse en las bandas más
destacadas de la época. Tocó con figuras como A.J. Piron y con las emblemáticas
bandas Superior, Olympia y Tuxedo. Estos primeros años en Nueva Orleans fueron
cruciales, no solo para su desarrollo personal, sino también para la
consolidación de su estilo. El banjo de St. Cyr, con su ritmo sincopado y su
capacidad para sostener la armonía, se convirtió en una parte esencial de la
sonoridad del jazz tradicional en sus orígenes.
Su paso por el mundo del jazz en Nueva Orleans lo llevó a
colaborar con algunos de los nombres más grandes de la historia del género. En
1923, se trasladó a Chicago con la banda de King Oliver, uno de los primeros
grupos de jazz a gran escala. En la ciudad de los vientos, el jazz vivió una
revolución con la llegada de músicos como Louis Armstrong, quien pronto se
convertiría en una leyenda. St. Cyr grabó con Armstrong en las sesiones de Hot
Five , también colaboró con Jelly Roll Morton,
otro gigante del jazz, y fue parte de las grabaciones históricas que marcaron
la transición del jazz tradicional al jazz de orquesta y a las formas más
complejas de los años 30.
A pesar de sus contribuciones cruciales al jazz, la vida
de St. Cyr estuvo marcada por la falta de reconocimiento posterior a la fama.
En la década de 1930, después de haber dejado una huella profunda en la música
de Nueva Orleans y Chicago, St. Cyr regresó a su ciudad natal. Allí, lejos del
bullicio de los estudios de grabación y los escenarios de renombre, se dedicó a
una vida más modesta como albañil. Sin embargo, nunca dejó de tocar. Continuó
colaborando con músicos locales como Paul Barbarin y Alphonse Picou, siempre
enraizado en el espíritu de la música de Nueva Orleans.
En 1955, St. Cyr se mudó a Los Ángeles, una ciudad que
había visto un crecimiento significativo en la escena del jazz en la
postguerra. Durante los años 60, el jazz de Nueva Orleans experimentó un
renacimiento, y St. Cyr fue una figura central de ese renacer. En 1961, lideró
la banda Young Men from New Orleans, que actuó en Disneyland, donde
compartió escenario con otros grandes músicos, como Barney Bigard. Durante
estos años finales de su carrera, St. Cyr regresó al centro de la escena del
jazz, tocando en clubes y eventos que celebraban la historia de Nueva Orleans y
sus sonidos.
Johnny St. Cyr falleció el 17 de junio de 1966, dejando
un legado musical que perdura en la memoria de los fanáticos del jazz. Aunque
sus logros no siempre fueron reconocidos en vida de la misma manera que los de
sus contemporáneos más famosos, su influencia es indiscutible. Como banjista y
guitarrista, St. Cyr no solo fue un músico virtuoso, sino también un innovador
que ayudó a definir el sonido primitivo del jazz de Nueva Orleans.
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