Bunny Berigan: Una Vida de Luz y Sombra
Bunny Berigan: Una Vida de Luz y Sombra
En 1939, durante un destacado compromiso en el Palomar
Ballroom de Los Ángeles, un incendio devastador destruyó todo el equipo de la
banda de Charlie Barnet, incluyendo los instrumentos, los uniformes y, lo más
irremediable, su valiosa biblioteca musical. Ante esta tragedia, colegas como
Duke Ellington, Benny Carter y otros miembros de la comunidad jazzística
acudieron al rescate, proporcionando partituras para recomponer el repertorio
de manera temporal. "¡Al diablo, es mejor que estar en Polonia con las
bombas cayendo sobre tu cabeza!" comentó Barnet, una frase que reflejaba
tanto su pragmatismo como el compañerismo presente en el entorno musical.
Una de las figuras emergentes de la época fue Lena
Horne, quien reemplazó a Mary Ann McCall en 1941. Con un estilo único y una
presencia cautivadora, Horne dejó una huella imborrable en el jazz y la música
popular. Su primer ensayo en el sótano del Windsor Theatre en el Bronx fue un
presagio de lo que estaba por venir. A partir de allí, su voz y su estilo
refinado dominarían el escenario, y su legado permanecería intocable en la
historia del jazz.
En este contexto, uno de los músicos que,
paradójicamente, no ha recibido todo el reconocimiento que merece es Charlie
Barnet. Aunque rara vez se menciona en las mismas conversaciones que otros
grandes líderes blancos, su música sigue siendo un testimonio de la vitalidad y
autenticidad del jazz. Las grabaciones de Barnet continúan transmitiendo la
misma energía y emoción que cuando fueron creadas, y es imposible no reconocer
la grandeza de su banda.
En la orquesta de Barnet se encontraban nombres
destacados como los saxofonistas Milton Schatz, George Auld y Gus Rivona,
trompetistas como Bunny Berigan, John Naptan y Harry Goodman, y una base
rítmica potente con Buddy Rich en batería, Hank Wayland en guitarra, y Joe Bushkin
en piano. Jayne Dover aportaba su talento vocal a la mezcla,
La historia de Bunny Berigan, al igual que la de Bix
Beiderbecke, está marcada por la brillantez efímera y la tragedia. Ambos
compartieron no solo las iniciales, sino un destino similar: un ascenso
vertiginoso hacia la fama seguido de una caída fatídica debido al alcoholismo,
que resultó en muertes prematuras. Berigan, conocido por su trompeta, tocaba
con una intensidad emocional y una destreza técnica que pocos podían igualar.
Su amigo Red McKenzie resumió su carácter: "Si ese hombre no fuera tan
jugador, todos dirían que fue el más grande que haya existido."
Berigan comenzó su carrera profesional con Hal Kemp,
quien lo rechazó inicialmente por el tono "delgado y estridente" de
su trompeta. Sin embargo, en cuestión de pocos años, su sonido se transformó en
uno de los más ricos y complejos de la época. Su paso por la orquesta de Benny
Goodman en 1935 y sus colaboraciones con las bandas de los Hermanos Dorsey
consolidaron su reputación como uno de los trompetistas más prometedores del
jazz.
Sin embargo, su banda propia, a pesar de contar con
músicos excepcionales como Joe Bushkin y Buddy Rich, no pudo sostenerse debido
a su falta de disciplina y visión empresarial. Las grabaciones de la banda,
aunque a veces irregulares, mostraban momentos de pura magia, especialmente los
solos de Berigan, que eran lo más destacado de cada actuación.
Su interpretación de "I Can’t Get Started"
en 1937, una pieza de Vernon Duke e Ira Gershwin, es considerada una de las
grabaciones más emblemáticas de la era de las grandes bandas. En esta
grabación, Berigan demuestra su dominio total de la trompeta, llevando su
instrumento desde el registro más alto hasta el más bajo, con una riqueza tonal
que sigue siendo inigualable. La pieza no solo marcó un hito en su carrera, sino
que también dejó una huella indeleble en la historia del jazz.
El descenso de Berigan fue tan vertiginoso como su
ascenso. Para 1941, su salud se había deteriorado gravemente debido a su estilo
de vida autodestructivo, y su trompeta ya no resonaba con la misma energía.
Tras una última tentativa de revitalizar su carrera con una nueva banda, su
música ya no tenía la chispa que había cautivado a tantos. En junio de 1941,
Berigan fue hospitalizado por cirrosis hepática y, al día siguiente, falleció a
los 33 años.
Su legado, sin embargo, sigue vivo. Los aficionados al
jazz continúan celebrando sus grabaciones y su contribución a la música, y
aunque su vida fue corta y trágica, su impacto en el mundo del jazz perdura
como un recordatorio de lo que podría haber sido uno de los grandes titanes del
género.
Por Marcelo Bettoni
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