FOLI: El Ritmo como Lenguaje Universal
FOLI: El Ritmo como Lenguaje Universal
En el corazón de África Occidental, la comunidad
Malinke nos ofrece una lección fundamental sobre el ritmo. El documental FOLI
(There is No Movement Without Rhythm), dirigido por Thomas Roebers y
editado por Floris Leeuwenberg, es una exploración fascinante de cómo la música
no es un arte aislado, sino un elemento intrínseco de la vida cotidiana.
Filmado en 2010 en Baro, una aldea de Guinea, este cortometraje revela la
conexión indisoluble entre el ritmo y la existencia misma.
El título del documental parte del concepto de
"Foli", que en lengua Malinke significa "ritmo". En esta
comunidad, la noción de ritmo no se limita a la música, sino que impregna cada
aspecto de la vida: caminar, trabajar la tierra, cocinar o comunicarse. Todo
movimiento humano se inscribe en un patrón rítmico, lo que nos recuerda que la
música es una extensión de la naturaleza y de nuestra propia biología.
La edición del documental es una obra maestra en sí
misma, sincronizando los sonidos de la vida cotidiana con las complejas
polirritmias de la percusión africana. Este enfoque no solo enfatiza la
importancia del ritmo en la comunidad Malinke, sino que también resalta su
papel en la transmisión del conocimiento y la identidad cultural. A diferencia
del sistema occidental de notación musical, en Baro el aprendizaje se realiza
por imitación y repetición oral, asegurando una continuidad generacional sin la
mediación de partituras escritas.
Uno de los pilares musicales de FOLI es la
percusión, con el djembe como instrumento protagonista. La música en el
documental es interpretada por músicos locales bajo la influencia de Mamady Keïta,
uno de los más grandes maestros del djembe y embajador de la tradición musical
Malinke en el mundo. Keïta, nacido en Guinea en 1950, llevó la percusión
africana a los escenarios internacionales, difundiendo su riqueza rítmica y su
profundo significado cultural.
El djembe, con su potente sonido y capacidad
expresiva, se ha convertido en un símbolo de la música africana en el mundo. Su
lenguaje rítmico es tan sofisticado que, como el jazz, permite una combinación
de estructura y libertad, donde la improvisación juega un papel central. En FOLI,
la percusión no solo acompaña la vida, sino que la define y la estructura.
Para los amantes del jazz, FOLI ofrece un
testimonio directo sobre la raíz rítmica de muchas de las músicas
afrodescendientes. El jazz, nacido de la diáspora africana, mantiene una
relación íntima con estos principios rítmicos, especialmente a través del
swing, la síncopa y la polirritmia. Así como en el jazz la comunicación entre
los músicos se basa en la escucha atenta y la respuesta espontánea, en la
música Malinke la interacción rítmica es clave para la cohesión del conjunto.
El documental también nos recuerda que el ritmo no es
solo una herramienta musical, sino una forma de organización social y espiritual.
Al igual que en una jam session de jazz, donde cada músico encuentra su espacio
dentro del entramado sonoro, en FOLI cada individuo aporta su propio
ritmo al tejido colectivo de la comunidad.
Más allá de su valor etnomusicológico, FOLI es
un recordatorio de que la música está en todas partes. Su mensaje resuena no
solo en África, sino en cualquier lugar donde el ritmo dé forma a la
experiencia humana. Desde los tambores de Nueva Orleans hasta la batería de
Elvin Jones o los patrones sincopados de Thelonious Monk, el pulso esencial de
la música africana sigue vivo en el jazz y en muchas otras manifestaciones
sonoras.
La lección de FOLI es clara: el ritmo no solo
es movimiento, sino vida. Como en el jazz, donde el groove y la improvisación
permiten que la música respire, en la comunidad Malinke el ritmo es el lenguaje
primario, un código que trasciende las palabras y nos conecta con algo más
profundo. En un mundo cada vez más acelerado, este documental nos invita a
redescubrir la esencia del tiempo y del pulso que nos une a todos.. Para los
músicos y amantes del jazz, es una ventana a las raíces de la música
afrodescendiente y un recordatorio de que, sin ritmo, no hay movimiento. Y sin movimiento, no hay vida.
Por Marcelo Bettoni
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