El sousafón en el jazz: de las calles de Nueva Orleans a la revuelta sonora del siglo XXI

 

 


El sousafón en el jazz: de las calles de Nueva Orleans a la revuelta sonora del siglo XXI

Pocos instrumentos resumen mejor la potencia callejera y colectiva del jazz que el sousafón. Con su estructura envolvente y su voz grave y expansiva, este pariente directo de la tuba fue diseñado a fines del siglo XIX para acompañar bandas militares. Pero muy pronto encontró su hábitat natural en los desfiles, funerales y celebraciones de Nueva Orleans, donde comenzó a trazar una historia paralela —y a veces subterránea— dentro del desarrollo del jazz.

El sousafón fue el gran sostén rítmico y armónico en las marching bands y brass bands de Nueva Orleans, mucho antes de que el contrabajo se volviera el estándar en clubes y escenarios. Su potencia sonora, proyectada hacia adelante, era perfecta para los espacios abiertos y las procesiones populares. En los primeros ensembles de jazz, la función del sousafón era clara: marcar el pulso, sostener la armonía y permitir que los metales y las maderas dialogaran con libertad.

Pero el tiempo y los cambios tecnológicos fueron desplazándolo de los escenarios formales. Sin embargo, nunca desapareció: siguió latiendo en las calles, en el second line, en los funerales jazzísticos y en las celebraciones barriales, resistiendo como símbolo del jazz más comunitario, más visceral.

En las últimas décadas, el sousafón ha vivido un renacimiento inesperado. Jóvenes músicos de Nueva Orleans, Nueva York y otras ciudades del mundo lo han revalorizado, llevándolo a terrenos donde conviven el jazz, el funk, el hip hop y la música electrónica.

Bandas como Dirty Dozen Brass Band y Rebirth Brass Band iniciaron en los años 80 un camino de renovación que hoy continúa con formaciones como The Soul Rebels, Hot 8 Brass Band, Youngblood Brass Band, y hasta fenómenos urbanos como Too Many Zooz, que convirtieron al sousafón en una pieza clave del sonido viral de las estaciones de subte neoyorquinas.

En todos estos casos, el sousafón no solo cumple su rol de bajo: se convierte en motor rítmico, solista ocasional y símbolo de una nueva actitud sonora, que combina improvisación, energía y presencia escénica.

Entre los nombres que marcaron el nuevo rumbo del sousafón en el jazz se destacan:

  • Kirk Joseph, de Dirty Dozen Brass Band, pionero en dar al sousafón un lugar protagónico y expresivo dentro del ensamble.
  • Nat McIntosh, de Youngblood Brass Band, quien explora tanto la fuerza rítmica como la sensibilidad melódica del instrumento.
  • David “King of Sludge” Parks, de Too Many Zooz, que lleva el sousafón al terreno del beat y el funk urbano, rompiendo fronteras estilísticas.

Más allá de su sonido grave y potente, el sousafón encarna una dimensión política y estética del jazz actual. Es una declaración de principios: volver a la calle, al baile, al cuerpo. Reivindicar la escucha colectiva, el festejo popular, la protesta con ritmo. En un siglo XXI donde el jazz se reinventa globalmente y dialoga con lo urbano, lo electrónico y lo ancestral, el sousafón aparece como una forma de resistencia sonora que conecta el pasado con el presente.

Porque el jazz, lo sabemos, no se define solo por los instrumentos que usa, sino por la manera en que los transforma. Y el sousafón, desde las calles de Nueva Orleans hasta los escenarios del mundo, sigue sonando como un latido que no se rinde.

Por Marcelo Bettoni

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